Cartas al cartero. Niños sin caramelos. Destacado

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Cartas al cartero
Niños sin caramelos
por: Paco Santos para la Revista Mi Pueblo

Francisco Javier Santos Rebollo@Facebook>


Mi dulce amigo:

Quiero compartir con usted un descubrimiento reciente e inesperado, y que viene llenándome de amargura.

Habiéndoseme invitado a participar en un evento cultural y festivo que se organizaba en un municipio de la isla, dirigido a un público infantil, tuve la ocurrencia de corresponder gentilmente presentándome con unas bolsas de caramelos. No pretendía, ni mucho menos, empachar al auditorio con una ingesta pantagruélica de golosinas, sino aderezar el momento y destacar el carácter lúdico y jovial de la actividad con el regusto afrutado e inocente de un caramelo. Cuál sería mi sorpresa al advertir el estupor de la persona encargada de organizar el acto, que inmediatamente me puso sobre aviso del riesgo que corría si osaba presentarme con semejantes viandas.

A lo que parece, dicho municipio ha sido subyugado por un grupo beligerante y sectario de padres y madres para quienes el azúcar no es más que una tentación diabólica. Según su concepción, la leyenda urbana de nuestra infancia, conforme a la cual había en la puerta de cada colegio un tipo siniestro ofreciéndonos caramelos impregnados con droga, adopta una versión inquietante en la que lo verdaderamente siniestro es el caramelo en sí. En esta moderna inquisición de la new age la pureza a defender ya no es la de la religión ni la de la raza, sino la del cuerpo sacrosanto. Ahora el grito no es “¡quemar a la bruja!” sino “¡quemar los azúcares!”.

Un rayo me parta si me atrevo a cuestionar las bondades de la dieta mediterránea. Pero me parece a mí que bajo los excesos de la moderna escolástica naturista y vegana se esconde a menudo la rigidez sospechosa de quien busca más el aplauso a su propia virtud que el bien ajeno.

Total, que lo siento por los niños, y ahora tengo caramelos para un rato…

Deseándole buena salud, se despide el inquilino de:

c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano).

Puerto del Rosario.


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