Cartas al Cartero. La percha. POR: Paco Santos

Cartas al Cartero

La percha

POR: Paco Santos


Francisco Javier Santos Rebollo@Facebook

Comprensivo receptor de mis cuitas:

En esta época del año, al albur de un tiempo caprichoso que tan pronto nos abrasa con un sol de estío como nos entumece el tuétano con un viento invernal, uno agradece disponer de una percha a la entrada de casa, o en los establecimientos de trabajo u ocio que frecuenta, para colgar fulares, gorros y abrigos que ora nos sobran, ora echamos de menos, según se ponga o se quite la nube de turno.

Estos percheros donde vamos descargando nuestras prendas, y que se alzan como espantapájaros de interior, me parecen reflejo fiel de nuestras vidas. Porque lo mismo que colgamos de ellos nuestros atavíos, según se nos tornan molestos o incómodos para el momento de la jornada, hemos ido dejando en otras perchas de nuestra singladura personal el ajuar intangible pero no menos íntimo de toda una vida: sueños infantiles que se nos quedaron demasiado pequeños o demasiado grandes; ideas de tejidos excesivamente delicados; amistades cuyo roce acabó por escocer; bolsas llenas de recuerdos para las que nos faltaban manos y memoria…

Supongo, amigo mío, que todos vamos dejando un rastro de percheros a nuestro paso, y que lo que decidimos colgar de ellos dice mucho del rumbo que ha tomado nuestra vida.

Tal vez, al final del camino, nuestra ánima desnuda tenga la oportunidad de desandar el tiempo y recobrar las prendas que más añoramos, y sacudirlas bien el polvo. No sé. Si es así, supongo que al final todo se reduce a no pasar por el trance de tener que recoger de los percheros de nuestro periplo la vergüenza que colgamos disimuladamente de uno, la dignidad que abandonamos en otro, el amor propio que un día preferimos dejar en el primer perchero que encontramos disponible porque nos estorbaba.

Agradecido siempre de contar con alguien con tan buena percha como la suya, se despide afectuoso el inquilino de:

c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano).

Puerto del Rosario.

Artículo publicado en la sección "Cartas al Cartero" de Paco Santos en La Revista Mi Pueblo nº 77
https://issuu.com/mipueblofuerteventura/docs/revista_mi_pueblo_fuerteventura_77

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Cartas al cartero. A mí nadie me censura. Paco Santos

Cartas al cartero
A mí nadie me censura
Paco Santos

Francisco Javier Santos Rebollo@Facebook

Lector cómplice de estas misivas:

En los últimos tiempos cunde el pánico ante el supuesto recrudecimiento de la censura en nuestro país.
Los medios de comunicación se hacen eco de casos particulares que son difundidos como ejemplos indubitables de que la libertad de expresión peligra en nuestra amada patria. ¡Patrañas!

¿Acaso hay quien se atreva a difundir la verdad con la crudeza con que yo acostumbro? Bien sabe usted que no. ¿Cómo se explica entonces que nadie, desde ninguna instancia del poder, haya osado intentar taparme la boca? Sencillamente porque la tan cacareada censura no existe, es un bulo, una cortina de humo con la que pretenden llamar la atención cuatro raperos vagabundos y algún artista bohemio y adicto a esnifar pegamento.

Sería infructuoso entrar en una disputa dialéctica. Así que voy a probar que a mí nadie me cohíbe escupiendo a continuación unas cuantas verdades, le escuezan a quien le escuezan, a ver quién tiene redaños para cerrarme el pico:
La familia real es una familia unida por los lazos del amor más puro, ajena a vicios indecorosos como el adulterio, y baluarte de los valores propios de la democracia.
La justicia es igual para todos en esta bendita tierra, como atestigua la labor de una fiscalía que, ciega y sorda a intereses ajenos al interés común, persigue con igual ahínco a humildes y poderosos, exigiendo condenas siempre equitativas y proporcionales.

Tenemos la dicha de vivir bajo el gobierno de políticos honorables y comprometidos con el bienestar social, que velan porque no entren zorros en el granero del erario público, y cuya preparación más que contrastada les inspira siempre las mejores decisiones. Destaca entre todos ellos, por su preclara lucidez, nuestro soberbio Presidente, que despierta admiración por doquiera que gozan de su presencia.

La modernidad de nuestro país lo coloca a la cabeza del progreso, y la sociedad española es un reflejo de ello. Tres ejemplos: 1º) En nuestra Fiesta Nacional, los toros son engalanados con banderillas y puntillas que les provocan un placer salvaje, pregonando al mundo la sofisticación de nuestros gustos. 2º) La aconfesionalidad de nuestro Estado queda patente por la nula trascendencia de las opiniones del Obispado, más allá de los límites eclesiásticos. 3º) Firmemente comprometidos con los principios de una sociedad igualitaria, a las mujeres que reúnen el valor para denunciar a sus maltratadores se las recompensa con la confortable reclusión en pisos francos.

¿Es necesario que prosiga largando por esta boquita, para demostrar que a mí la censura me resbala?

Se despide de usted, sin pelos en la lengua, el inquilino de:
c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano).
Puerto del Rosario.
Publicado en la Revista Mi Pueblo Fuerteventura nº 76:
https://issuu.com/mipueblofuerteventura/docs/revista_mi_pueblo_fuerteventura_76
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Cartas al cartero. Francisco Javier Santos Rebollo@Facebook Cartas a Leticia

Cartas al cartero
Francisco Javier Santos Rebollo@Facebook>

Cartas a Leticia
Mi bienaventurado heraldo:

En fechas tan señaladas, en estos días del año que se despide cargando su cartera con las misivas que los más inocentes escriben para que tres reyes de Oriente las lean y satisfagan sus deseos, quiero compartir con usted una anécdota que ha llegado a mis oídos, y que me parece un ejemplo de espíritu navideño.

Con motivo de la reciente visita de nuestro borbónico monarca a la isla de Gran Canaria, muchos conciudadanos se han apresurado en rellenar pliegos de papel con peticiones y ruegos dirigidos a doña Leticia. Hasta donde he podido averiguar, los anhelos expresados en tales rogativas distaban mucho del idealismo filantrópico que en estas fiestas suele contagiarse con la misma persistencia que el catarro. Ni siquiera se solicitaba a doña Leticia nada lúdico, para disfrutar la Navidad en familia. A la mierda la espiritualidad y los valores hogareños. Lo que se le reclamaba a Leticia en esas líneas temblorosas, a veces ilegibles, en ocasiones analfabetas, de las cartas de sus vasallos, era un enchufe en tal puesto administrativo, una ayudita para conseguir determinada beca, una recomendación para ocupar el sillón que ahora usurpa otro…

Las cartas a Leticia son la versión “milenial” de la correspondencia que en una época rosa, perdida para siempre, dirigíamos a Melchor, Gaspar y Baltasar. Me imagino a este trío detenido en fila, mirando a los camellos cargados de juguetes, pisoteando sus turbantes con desesperación mientras se preguntan en qué mercadillo del extrarradio van a dar salida a toda su cacharrería. Porque ya nadie se acuerda de ellos. Ahora lo que se estila es escribirle a Leti para que mire por los intereses de uno, y a ser posible de sus hijos y sus yernos. Y si nos portamos muy, muy bien, como Iñaki, todos nuestros deseos pueden cumplirse.

Se despide de usted su eterno compi-yogui, el inquilino de: c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano). Puerto del Rosario.


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